HACIA UNA CULTURA DEL ENCUENTRO: CONSTRUIR PUENTES

04.05.2024

Parece fundamental reconocer la libertad como don y tarea, como algo que se nos ha dado y que constituye el fundamento de nuestra dignidad. Esta libertad nos emplaza al profundo respeto del otro como persona humana; como misterio que no podemos manipular, porque constituye un fin en sí mismo desde su concepción hasta su muerte natural. Necesitamos recuperar la capacidad de admiración y el gozo de contemplar la belleza de la creación. Ser conscientes de que nuestra vida es un don nos ubica como administradores de la misma y no como sus dueños absolutos.

La autonomía de la libertad encuentra su adecuado cauce en la relación interpersonal con el otro. Esa relación nos mueve a la equidad, fundamento de la justicia, y nos invita a la compasión, especialmente con los más vulnerables, quienes transitan sin ser vistos en una lógica de mercado puramente pragmática. De esta manera, libertad, justicia y compasión, se integran en un proceso que favorece la conversión del corazón y la construcción de la cultura del encuentro.

Necesitamos priorizar el encuentro interpersonal, el respeto profundo a la dignidad de toda persona humana, y la configuración de una ética responsable para la construcción de la casa común. La persona descubre la felicidad en el descentramiento del yo, en el deslumbramiento que genera en ella misma la belleza del bien, en la alegría y plenitud que experimenta cuando es fiel a la suave voz de Dios que habla al interior de su conciencia.

Para quienes vivimos la fe cristiana, más allá de nuestras contradicciones y pecados, esta marcha humana se hace escucha del Dios que nos habla y nos invita a descubrir, en su Hijo Jesucristo, el Camino, la Verdad y la Vida. Él es quien puede iluminar nuestro caminar personal y social. Es a partir de Cristo que el creyente discierne y elige en las distintas encrucijadas de la vida el rumbo que considera adecuado.