¡QUÉ DIFÍCIL SERÁ PARA LOS RICOS ENTRAR EN EL REINO DE DIOS!

28.02.2022

Evangelio según San Marcos 10,17-27.

Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".


Relato de tres compañeros de San Francisco de Asís (c. 1244)

§ 7-8

Los inicios de la conversión de Francisco

Una tarde, después de su vuelta a Asís, los compañeros del joven Francisco lo eligieron como jefe de su grupo. Tal como lo había hecho ya otras veces, hizo preparar un banquete suntuoso. Después de comer, todos salieron de la casa y atravesaron la ciudad cantando. Sus compañeros, en grupo, precedían a Francisco. Él, con la vara de mando en la mano, cerraba el cortejo un poco más atrás, sin cantar, sumido en sus pensamientos. Y he aquí que, de repente, el Señor lo visitó y le llenó el corazón de una tal dulzura que no podía ni hablar ni moverse... 

 Cuando sus compañeros le vieron mucho más atrás que ellos, se volvieron hacia él asustados, y lo encontraron ya cambiado en otro hombre. Le preguntaron: "¿En qué pensabas hasta tal punto de olvidar de seguirnos a nosotros? ¿No será que estás pensando en tomar mujer? -¡Tenéis razón! He pensado en tomar esposa, más noble, más rica y más bella que todas las que jamás habéis visto.- Ellos se burlaron de él... 

 A partir de este momento, Francisco se esforzaba a restituir a Cristo en el centro de su alma y comprar la perla después de haber vendido todo. (cf Mt 13,46) Sustrayéndose de las miradas de su compañeros que se burlaron de él, se iba, casi cada día, a orar a un lugar escondido. Lo empujaba la pregustación de esta dulzura que lo visitaba con frecuencia y lo atraía, alejándolo de la plaza pública y llevándolo a la oración. 

 Desde algún tiempo se había ya convertido en un bienhechor de los pobres, prometiendo firmemente de no rechazar nunca a un pobre pidiendo limosna, antes bien darle generosamente y con abundancia. Siempre, fuere quien fuera el pobre que le pedía limosna fuera de su casa, le daba dinero si podía. Si no tenía dinero, le daba su sombrero o el cinturón para no despedirlo con las manos vacías. Incluso, cuando le faltaban hasta estos bienes, se retiraba a un lugar oculto, se quitaba la camisa y la enviaba en secreto al pobre pidiéndole que la aceptara por amor de Dios.