SAN AGUSTÍN NOS EXPLICA LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO (2)

03.03.2024

5. Se levanta y retorna, pues, tras haber caído, había quedado postrado en el suelo. Su padre lo ve de lejos y le sale al encuentro. Su palabra está en el salmo: Tú has conocido de lejos mis pensamientos17. ¿Cuáles? Los que tuvo en su interior: Diré a mi padre: he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de que me llames hijo tuyo, equipárame a uno de tus jornaleros18. En efecto, aún no lo decía, sino que pensaba decirlo; con todo, el padre lo oía como si lo estuviera diciendo. A veces se halla uno en medio de una tribulación o una tentación y piensa orar; y con el mismo pensamiento reflexiona sobre lo que ha de decir a Dios en la oración, como hijo que, apoyándose en un derecho propio, reclama la misericordia del padre. Y dice en su interior: «Diré a mi Dios esto y aquello; no temo que al decirle esto, con estas lágrimas, no me vaya a escuchar mi Dios». La mayor parte de las veces ya le está oyendo mientras dice «esto», pues ni siquiera al reflexionar ocultó sus pensamientos a los ojos de Dios. Cuando él se disponía a orar, estaba ya allí presente quien iba a estarlo una vez que empezase la oración. Por eso se dice en otro salmo: He dicho, declararé contra mí mi delito al Señor19. Ved cómo llegó a decir algo en su interior; ved qué se había propuesto. Y al momento añadió: Y tú perdonaste la impiedad de mi corazón20. ¡Cuán cerca está la misericordia de Dios de quien confiesa su pecado! Dios no está lejos de los contritos de corazón. Así lo tienes escrito: Cerca está el Señor de los que tienen contrito su corazón21. Por tanto, aquel hijo ya tenía contrito su corazón en la región de la miseria; a él había retornado para hacerlo trizas. Orgulloso había abandonado su corazón y airado había retornado a él. Se airó para castigarse, para castigar su propia maldad; había retornado para merecer la bondad del padre. Habló airado conforme a las palabras: Airaos y no pequéis22. Efectivamente, todo el que se arrepiente se aíra consigo mismo, pues, por estar airado, se castiga. De aquí proceden todos los movimientos propios del arrepentido que se arrepiente y se duele de verdad. De aquí el mesarse los cabellos, el ceñirse los cilicios y los golpes de pecho. Todas estas cosas son, sin duda, indicio de que el hombre se ensaña y se aíra consigo mismo. Lo que hace externamente la mano, lo hace internamente la conciencia; se golpea en sus pensamientos, se hiere y, para decirlo con más verdad, se da muerte. Y dándose muerte ofrece a Dios el sacrificio de un espíritu atribulado: Dios no desprecia el corazón contrito y humillado23. Por tanto, haciendo trizas, humillando, hiriendo su corazón, le da muerte.

6. Aunque aún estaba planeando dirigirse a su padre, diciéndose en su interior: Me levantaré, iré y le diré24, el padre, conociendo a distancia su pensamiento, le salió al encuentro. ¿Qué quiere decir salir a su encuentro sino anticiparse con su misericordia? Estando todavía lejos —dice— le salió al encuentro su padre movido por la misericordia25. ¿Por qué se conmovió de misericordia? Porque el hijo estaba ya extenuado por la miseria. Y corriendo hacia él se le echó encima26. Es decir, puso su brazo sobre el cuello de su hijo. El brazo del Padre es el Hijo; le dio, por tanto, el llevar a Cristo, carga que no pesa, sino que alivia. Mi yugo —dice— es suave y mi carga ligera27. Se echaba encima del erguido; echándosele encima, le impedía caer de nuevo. Tan ligera es la carga de Cristo, que no solo no oprime, sino que alivia. Y no como las cargas que se llaman ligeras: aunque ciertamente son menos pesadas, con todo, pesan algo. Una cosa es llevar una carga pesada, otra llevarla ligera y otra no llevar carga alguna. A quién lleva una carga pesada se le ve oprimido; quien lleva una ligera, se siente menos oprimido, pero oprimido; a quien, en cambio, no lleva carga alguna se le ve que anda con los hombros totalmente libres. No es de este estilo la carga de Cristo, pues te conviene llevarla para sentirte aligerado; si te la quitas de encima, te encontrarás más oprimido. Y, hermanos, no os parezca cosa imposible. Quizá encontremos algún ejemplo que haga palpable lo dicho: ejemplo a la vez maravilloso y de todo punto increíble. Vedlo en las aves. Toda ave lleva sus alas. Fijaos y ved cómo las pliega cuando desciende para descansar y cómo en cierto modo las coloca sobre los costados. ¿Crees que le son un peso? Quitádselo y caerá al suelo; cuanto menos peso de ese llevó el ave, tanto menos voló. Así, pues, tú, pensando ser misericordioso, le quitas ese peso; pero, si quieres ser misericordioso con ella, evita quitárselo; o si ya le quitaste las alas, aliméntala para que crezca esa su carga y pueda levantar vuelo desde el suelo. Carga como esta deseaba tener quien decía: ¿Quién me dará alas como de paloma y así volaré y descansaré?28. Por tanto, al echarse el padre sobre el cuello del hijo, no lo oprimió, sino que lo alivió; lo honró, no lo abrumó. ¿Cómo, pues, es el hombre capaz de llevar a Dios, a no ser porque le lleva Dios, llevado a su vez?

7. El padre manda que se le lleve su primer vestido, el que había perdido Adán al pecar. Tras haber recibido ya en paz al hijo y haberlo besado, ordena que se le dé un vestido: la esperanza de la inmortalidad que confiere el bautismo. Manda asimismo que se le dé un anillo, prenda del Espíritu Santo, y calzado para los pies, como preparación para el evangelio de la paz, a fin de que sean hermosos los pies del que anuncia el bien29. Esto, por tanto, lo hace Dios mediante sus siervos, es decir, a través de los ministros de la Iglesia. Pues ¿acaso dan los ministros el vestido, el anillo o los zapatos de su propio haber? Ellos deben prestar su servicio, cumplen con su deber, pero quien otorga es aquel de cuya despensa y tesoro se saca eso. También mandó matar un becerro cebado, es decir, que se le admitiese a la mesa en la que el alimento es Cristo muerto. Pues a todo el que llega de una región lejana y, junto con los demás, corre a la Iglesia, se le mata el becerro cuando se le predica la muerte de Jesús, cuando se le admite a participar de su cuerpo. Se mata un becerro cebado por haber hallado a quien se había perdido30. (CONTINÚA MAÑANA)