EL ESPÍRITU SANTO TRANSFORMA NUESTRAS VIDAS

Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo,
sobre el evangelio de san Juan
Habían sido ya cumplidos los designios de Dios sobre
la tierra; pero era del todo necesario que fuéramos he-
chos partícipes de la naturaleza divina de aquel que es
la Palabra, esto es, que nuestra vida anterior fuera trans-
formada en otra diversa, empezando así para nosotros un
nuevo modo de vida según Dios, lo cual no podía reali-
zarse más que por la comunicación del Espíritu Santo.
Y el tiempo más indicado para que el Espíritu fuera
enviado sobre nosotros era el de la partida de Cristo,
nuestro Salvador.
En efecto, mientras Cristo convivió visiblemente con
los suyos, éstos experimentaban —según es mi opinión—
su protección continua; mas, cuando llegó el tiempo en
que tenía que subir al Padre celestial, entonces fue ne-
cesario que siguiera presente, en medio de sus adictos,
por el Espíritu, y que este Espíritu habitara en nuestros
corazones, para que nosotros, teniéndolo en nuestro in-
terior, exclamáramos confiadamente: «Padre», y nos sin-
tiéramos con fuerza para la práctica de las virtudes y,
además, poderosos e invencibles frente a las acometidas
del demonio y las persecuciones de los hombres, por la
posesión del Espíritu que todo lo puede.
No es difícil demostrar, con el testimonio de las Es-
crituras, tanto del antiguo como del nuevo Testamento,
que el Espíritu transforma y comunica una vida nueva
a aquellos en cuyo interior habita.
Samuel, en efecto, dice a Saúl: Te invadirá el Espí-
ritu del Señor, te convertirás en otro hombre. Y san
Pablo afirma: Y iodos nosotros, reflejando como en un
espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor,
nos vamos transformando en su propia imagen, hacia
una gloria cada vez mayor, por la acción del Señor, que
es Espíritu. Porque el Señor es Espíritu.
Vemos, pues, la transformación que obra el Espíritu
en aquellos en cuyo corazón habita. Fácilmente los hace
pasar del gusto de las cosas terrenas a la sola esperanza
de las celestiales, y del temor y la pusilanimidad a una
decidida y generosa fortaleza de alma. Vemos claramen-
te que así sucedió en los discípulos, los cuales, una vez
fortalecidos por el Espíritu, no se dejaron intimidar por
sus perseguidores, sino que permanecieron tenazmente
adheridos al amor de Cristo.
Es verdad, por tanto, lo que nos dice el Salvador:
Os conviene que yo vuelva al cielo, pues de su partida
dependía la venida del Espíritu Santo.

Responsorio
R. Si no me voy, el Abogado no vendrá a vosotros;
pero, si me voy, os lo enviaré. * Y, cuando él venga,
os conducirá a la verdad completa. Aleluya.
V. Porque no hablará por cuenta propia, sino que os
dirá cuanto se le comunique y os anunciará las co-
sas futuras.
R. Y, cuando él venga, os conducirá a la verdad com-
pleta. Aleluya.
Oremos:
Tu Espíritu, Señor, infunda en nosotros la fuerza de
sus dones, para que nuestros pensamientos te sean gra-
tos y nuestra voluntad esté siempre sometida a la tuya.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
