MAÑANA CELEBRAN A SAN JOSÉ

18.10.2025

La comunidad de la parroquia San José invita para celebrar su memoria mensual mañana Domingo 19 a las 1030 horas. El P. Orlando Torres presidirá la Eucaristía.

Compartimos la homilía del p. Henry Santana del pasado 19 de setiembre sobre El Silencio de San José 

(Transcripción adaptada) 

Hablar del silencio de San José es un desafío; uno dice: «San José no dijo nada, estuvo en silencio todo el día» (…) San José, podemos decir que es un hombre del silencio. No hay una palabra que haya dicho San José registrada en los evangelios. 

El silencio poco se valora hoy en día, no hay silencio, casi como que no nos gusta el silencio. Si hay alguien que hace silencio o que no habla, en seguida le preguntamos «¿qué te pasa?» Parece que tuviéramos que hablar todo el tiempo, que tuviéramos que ir diciendo lo que nos pasa con una sonrisa de oreja a oreja, porque no estamos acostumbrados al silencio; estamos acostumbrados al ruido. Hoy en nuestra vida, en la vida de la comunidad, en la vida de la sociedad, del trabajo, no hay lugar para el silencio, hay lugar para para decir cosas, para no parar de saludar, de decir lo que se nos ocurre a cada uno. No entendemos el silencio como un sentido de vida. A todos nos gusta el ruido, nos gusta hacer ruido y siempre necesitamos decir algo, siempre necesitamos hablar. Por eso las palabras que decimos, muchas veces se las lleva el viento, nos falta el silencio para poder escuchar, nos falta callarnos nosotros para poder escuchar al otro y escucharnos a nosotros mismos. 

José, sabemos que es un hombre de silencio, no dice palabra alguna, pero su vida, sus actitudes, su ejemplo, lo dice todo, porque su vida dice todo de él. Nosotros, en cambio, hablamos mucho pero no decimos nada. Cuando hacemos silencio, es todo un desafío. 

Yo me acuerdo que cuando me fui con los monjes de Luján, al retiro para la ordenación sacerdotal, el primer día parecía que me aturdía el silencio, los oídos me explotaban, se me reventaban los oídos porque no estaba acostumbrado a poder estar en silencio. Y ese silencio me caía encima, me aplastaba. Me costó como dos días y me acostumbré al silencio y después cuando volví a mi Parroquia me costaba mucho el ruido. 

Cuando uno hace silencio, se empieza a escuchar a sí mismo y empieza a escuchar a Dios… y empieza a soñar, como soñaba y en sueños escuchaba a Dios San José. José no se calla porque no tenga nada que decir; José no se calla porque es un hombre tímido; José no se calla porque no puede expresarse. José, dice la Biblia, es un hombre justo, es un hombre de corazón noble, sencillo, y en el silencio de la fe acepta el misterio divino que nadie puede entender cuando hablamos. José es un hombre respetuoso del misterio que le fue confiado, respetuoso delante de la Virgen; José respeta a su esposa. Es un hombre que cree sin entender nada y se fía como la Virgen. "Hágase" decía la Virgen, y también lo decía San José: "hágase" … no decía, pero sabemos que aceptó la voluntad de Dios. 

Jesús, para mí que aprendió a ser quien era con la ayuda de José; Jesús aprendió con su padre de la tierra a poder caminar en esta vida. Dios se valió de San José para ir moldeando la personalidad de Jesús, Dios cuidó y le pidió a San José que cuidara y custodiara la vida de Jesús. Entonces yo creo que realmente José fue el padre que, en la tierra enseñó a dar los primeros pasos al Señor, a Jesús. Y ¿de quién? uno se pregunta: ¿Jesús aprendió a tratar las cosas, las personas, el amor, la caridad? ¿De quién aprendió todo eso? Aprendió de José la palabra "papá", esa palabra que nosotros muchas veces decimos y es una palabra especial, una palabra exclusiva y muy cariñosa. José y María fueron la escuela que tenía Jesús para poder dar sus primeros pasos. Seguramente Jesús, en el actuar de José como padre, aprendió a ir conociendo y dando a conocer el rostro amoroso de Dios. Ese Dios que nos ama, que nos ama perfectamente, que nos ama gratuitamente. Por eso, viendo el amor incondicional de José, Jesús pudo dar a conocer a Dios. 

Todos estamos en la Iglesia, todos estamos en la comunidad, estamos en cada lugar para que seamos nosotros los custodios del amor a ejemplo de san José. Hay muchos movimientos en la Iglesia. Hay muchas responsabilidades, por ejemplo, la de párroco. Hay dentro de la parroquia un consejo parroquial, un consejo económico, catequistas; hay pastoral social, familiar, coro, liturgia, Cáritas, enfermos... 

Hay gente que prepara las fiestas, los paseos, la limpieza, la sacristía. No importa el lugar que nosotros tengamos, hay muchos lugares. Lo que realmente importa es que Dios nos ha elegido y nos ha puesto como referentes para que nosotros y a través nuestro, se vea el Evangelio de Jesús. La gente muchas veces no tiene acceso a la Palabra de Dios ni a los comentarios de las homilías todos los días, pero la gente se fija en tu vida y en la mía. La gente se fija si realmente el Evangelio de Dios está caminando por ahí, si entra en tu casa, en tu familia, si está afuera, si está en la comunidad, si está en tu trabajo. La gente se fija mucho y se detiene a ver si nuestra vida está marcada por el Plan que Dios tiene para cada uno de nosotros. 

Por eso San José tiene una actitud de misericordia, de compasión, de perdón, de piedad, de abrazo, de caridad, de entrega, de trabajo, de dedicación… 

Somos, a ejemplo de San José, todos los que estamos acá (y los que no están acá), custodios del amor, custodios de Jesús, al igual que José. Nosotros somos el Evangelio que otros leen y leen nuestra vida. No somos más que nadie por estar acá, los cristianos estamos acá no porque seamos los más destacados de la diócesis, estamos acá porque somos cuerpo, porque somos una comunidad de creyentes, porque somos hermanos, porque somos Iglesia y por ello estamos acá. Estamos acá no porque queremos destacarnos o ser mejores que los demás, sino porque queremos ser buenos cristianos; cristianos comprometidos con el tiempo que nos tocó vivir. A veces lo tenemos claro y a veces caemos en la tentación de comparar… Y comparamos el párroco anterior, comparamos las Iglesias cuando se llenaban, comparamos el canto cuando cantábamos no sé qué cosa, cuando vivíamos de otra forma, cuando se hacían fiestas, y vivimos añorando todo lo que vivimos anteriormente. Lo importante es lo que tienes hoy: ¡ama lo que tienes hoy! ¡Camina con lo que tienes hoy! 

No le fue fácil la vida a San José, vivió tiempos de incertidumbre, de muchas preguntas y desafíos, caminando inseguro muchas veces y sufrió mucho y mucho dolor pasó, pero logró superar todo eso porque la confianza que tenía en Dios era insuperable y su esperanza la tenía puesta en el Señor. Por eso José tuvo la capacidad de soñar y tuvo cuatro sueños y en esos sueños, de los que no sabemos lo que decía, sabemos lo que hacía: se levantaba y empezaba a caminar porque Dios a través del ángel le iba marcando el camino, y él seguía… y seguía… y seguía… y pasaba obstáculos, subidas y bajadas, alegrías y tristezas, y seguía cumpliendo la voluntad de Dios. José estaba abierto a lo que Dios le estaba pidiendo y tenía su corazón dispuesto a lo que Dios quería de él. 

Hoy le vamos a pedir algo en esta celebración, donde nosotros estamos fijándonos en el José que no hablaba, el que hacía silencio, el que tenía un corazón dispuesto; a ese San José que se calla para que hable Dios, vamos a pedirle que nos revele el sueño, que nos revele lo que Dios, quiere para cada uno de nosotros. 

Cuatro sueños y descubrió por dónde tenía que ir su vida. Él se abrió a lo que Dios le estaba pidiendo y llegó a cumplirse en él la voluntad de Dios. Vamos a pedirle al Señor por cada uno de nosotros, por nuestra familia, por toda la Iglesia, especialmente por la Iglesia de Florida, por mi parroquia, por toda la gente de mi parroquia. Aproveché al estar acá (en Florida) para estar hace un ratito, delante de la Virgen, estaba toda la Catedral apagada, pero ella se veía con claridad; la Virgen se veía prendida, iluminada y yo la vi… «acá te traigo mis peticiones» y ahora le estoy pidiendo a San José lo mismo: que no perdamos, como decía el Papa Francisco, la capacidad de soñar; soñar a través de la familia; del matrimonio; de los hijos; de los maridos; de la mujer; del sacerdote; de la parroquia. Soñar, siempre soñar. 

Capacidad para soñar, para pedirle a Dios que a través del sueño pueda fortalecer nuestra fe, pueda acercarnos más al altar, pueda acercarnos más a lo que Dios quiere y espera de cada uno de nosotros: la capacidad de soñar y poder preguntarle a Dios siempre, en todo momento: «¿Qué quieres de mí en este momento?» Yo creo que, si nos ayudamos a soñar entre todos, si nos ayudamos e interpretamos los sueños entre todos… esos son los sueños que nos llevan a Dios, esos son los sueños que nos hacen participar de la vida divina y son los sueños que muchas veces no nos dejan caer en la tentación, que nos hacen acercarnos más a Dios. Estamos pidiéndole a José que nunca habló, que nos enseñe y nos ayude, que interceda por nosotros para que no perdamos nunca la capacidad de soñar con aquello que nos ata al cielo, a lo divino y al altar. 

Gracias Señor. 

 Amén.