EL SENTIDO DE LA VIDA

29.04.2024

El tiempo en que vivimos ha abandonado la pregunta por la verdad. Ante los límites y la complejidad del conocimiento humano, ha crecido el relativismo, no sólo en todas las áreas del conocimiento sino también, de forma especialmente preocupante, en la ética. Si nadie puede conocer la verdad ni poseerla, entonces solo resta que cada uno construya la suya y crea lo que le sea más útil para vivir mejor, desembocando así en un pragmatismo que deja la existencia sin un horizonte último, sin preguntas radicales. Sin embargo, nadie puede eludir la pregunta por la finalidad y el sentido de la vida, por la verdad de lo que somos. La búsqueda de la verdad no es una cuestión teórica, sino que se trata de lo que a todos nos afecta, porque se trata de la vida misma. A nadie le da lo mismo la verdad que la mentira en las cosas que le afectan vitalmente.

La obsesión por la felicidad, reducida a bienestar físico y emocional, reduce el horizonte de la vida humana, estrecha la mirada y nos encierra en la búsqueda de satisfacciones inmediatas, que dejan cada vez más vacía la vida, en un círculo vicioso de consumo para escapar de la ausencia de sentido.

El impacto de la Inteligencia Artificial (IA) en todos los aspectos de la vida (trabajo, educación, medicina, amistad, amor, política, economía y medio ambiente), crea una gran incertidumbre y nos obliga a repensar lo humano, a repensar lo que somos y qué queremos dejar a las generaciones futuras. La Inteligencia Artificial no es neutral. Así como es una ayuda que nos impresiona por su capacidad, también está llena de riesgos y peligros para la humanidad. Por eso, es preciso regularla; pero, sobre todo, discernir éticamente hacia dónde queremos encaminar la vida humana en todas sus dimensiones.

La enorme extensión de las redes sociales, con todas sus posibilidades, ya muestra también su lado oscuro, especialmente en la vida de los niños y adolescentes expuestos irresponsablemente a ese universo virtual que les genera adicción, ansiedad y depresión. A pesar de las advertencias de organizaciones internacionales de pediatría y de especialistas en educación sobre el impacto negativo de las redes, no se ha tomado conciencia de los efectos que tienen en la salud mental. La repercusión que están teniendo en la vida social y política se vuelve un problema para las democracias actuales, cuando las redes exacerban la polarización y el aislamiento social.

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