ENTONCES JESÚS, FIJANDO LA MIRADA EN SUS DISCÍPULOS DIJO

13.02.2022

Evangelio según San Lucas 6,17.20-26.

Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón.
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: 

"¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»


Santa Catalina de Siena (1347-1380)

terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa

Carta 102 al padre Cristóbal 

Alégrense y perseveren hasta el fin

Regocíjense y estén en la alegría, perseveren hasta el fin y prefieran más bien morir que dejar el lugar al que Dios los llamó. Abracen la Cruz con la paciencia y escóndanse con sus penas en el seno de Dios. Fijen los ojos en el Cordero inmolado por ustedes y estén siempre contentos de lo que Dios les da y les destina. 

Debemos hacer así porque tenemos la certeza que Dios nos llama y elige lo que nos hace agradable a sus ojos. Irán así de luz en luz y las penas sufridas por Jesús crucificado les serán deliciosas, mientras que los goces y las consolaciones del mundo les resultarán amargos. 

Comenzarán a gustar, desde esta vida, un anticipo de la vida eterna. La principal beatitud del alma en el cielo es afirmarse para siempre en la voluntad del Padre y gustar así la ternura divina. Pero no la gusta en el cielo si no la revistió en la tierra, donde somos peregrinos y viajantes. 

Cuando se revistió de la ternura divina, hasta en sus penas gusta a Dios por gracia. Su memoria se llena del recuerdo de la sangre del Cordero sin mancha, su inteligencia se abre y contempla el amor inefable que Dios manifestó en la sabiduría del Hijo. Entonces, el amor que encuentra en la bondad del Espíritu Santo expulsa al amor propio y al amor de las cosas creadas, para amar sólo a Dios. No teman (...). Sufran con alegría para conformarse a la voluntad de Dios.