LES ABRIÓ LA INTELIGENCIA

08.04.2021

Evangelio según San Lucas 24,35-48.

Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,
y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto."Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Antonio de Padua (1195-1231)

franciscano, doctor de la Iglesia

Sermones para el domingo y fiestas de los santos

«Palpadme y daos cuenta»

«Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona». Creo yo que hay cuatro razones por las que el Señor enseña a los apóstoles su costado, sus manos y sus pies. Primeramente par dar pruebas de que, verdaderamente, había resucitado y así quitar de nosotros toda duda. En segundo lugar para que «la paloma», es decir, la Iglesia o el alma fiel, ponga su nido en sus llagas, como «en las grietas de la roca» (Ct 2,14), y encuentre en ellas protección contra el gavilán que la acecha. En tercer lugar para dejar impresas en nuestros corazones, como unas insignias, las marcas de la Pasión. En cuarto lugar para prevenirnos y pedirnos que tengamos compasión de él y no le traspasemos de nuevo con los clavos de nuestros pecados. Nos enseña sus manos y sus pies: «Ved, dice, las manos que os hicieron y formaron (cf Sl 118,73); mirad como las han traspasado los clavos. Mirad mi corazón del que habéis nacido vosotros los fieles, vosotros mi Iglesia, igual que Eva que nació del costado de Adán; mirad: la lanza lo ha abierto para que se os abra la puerta del paraíso que el querubín de fuego tenía cerrada. La sangre que ha brotado de mi costado ha alejado a este ángel, ha desafilado su espada; el agua ha apagado el fuego (cf Jn 19,34)... Escuchad con atención, recoged estas palabras, y la paz estaré con vosotros."