MEMORIA DE S. MARTIN DE TOURS

11.11.2020

Defensor del débil y del oprimido

Además de la famosa escena de Martín compartiendo su capa con un pobre, hay otra menos conocida, pero no menos significativa: siendo ya obispo, y yendo hacia la iglesia, se encontró en pleno invierno con un pobre semidesnudo que le pedía un vestido. Martín ordenó al archidiácono que le vistiera inmediatamente, mientras él entraba en la sacristía. Como el archidiácono tardaba, el pobre, llorando y aterido de frío, entró en la sacristía y se quejó al obispo. Martín, entonces, le entregó la túnica que llevaba bajo el alba con la que iba a celebrar la misa. Cuando el archidiácono avisó al obispo de que era la hora de la celebración, éste le dijo que no entraba a la iglesia hasta que el pobre no estuviese vestido. Efectivamente, aunque el archidiácono lo ignorase, Martín se había convertido en ese pobre, que no llevaba ninguna ropa debajo de la vestidura litúrgica. Muy disgustado, el archidiácono fue a comprar un vestido vulgar, que se lo entregó al obispo, diciendo: «He aquí el vestido, pero el pobre ya no está». Martín le hizo salir, se vistió y salió a celebrar la Eucaristía».

La bondad y caridad de Martín se manifestó abundantemente a lo largo de su existencia. En esto, como en muchas otras cosas, su vida fue una auténtica imitación de Cristo. Como Jesús, Martín «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10, 38). Martín curó milagrosamente a muchos enfermos y expulsó a muchos demonios (o lo que su biógrafo y la gente de entonces consideraban corno síntomas de posesión diabólica). Siendo obispo empleó toda su influencia ante los poderosos para defender a los débiles y, cuando fue necesario, no dudó en enfrentarse con los grandes de este mundo.

Fr. Martín Gelabert, O.P. 

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