SAN JUAN XXIII

11.10.2021

Angelo Giuseppe Roncali nació en Sotto il Monte (Bérgamo), Italia, en 1881 . A los once años entró en el seminario diocesano de Bérgamo donde hizo los estudios de humanidades y filosofía. Posteriormente fue alumno del pontificio seminario romano, y recibió la ordenación sacerdotal en 1904. Secretario del obispo Giacomo María Tedeschi, en 1921 inició su servicio a la Santa Sede como presidente del Consejo central de las obras pontificias de la propagación de la fe, en Italia; en 1925 fue nombrado visitador apostólico en Turquía y Grecia, y en 1944 nuncio apostólico en Francia. En 1953 fue creado cardenal y poco después patriarca de Venecia. En 1958, a la muerte de Pío XII fue elegido papa, tomando el nombre de Juan XXIII.
Durante su pontificado convocó el Sínodo romano, instituyó la Comisión para la revisión del Código de derecho canónico y convocó el Concilio Vaticano II, el mayor acontecimiento eclesial del siglo XX. Fue terciario franciscano y profesó gran devoción a san Francisco de Asís, que fue para él modelo de referencia a lo largo de su vida. Murió el 3 de junio de 1963 y fue beatificado por san Juan Pablo II el día 3 de septiembre del año 2000. El papa Francisco lo canonizó el día 27 de abril de 2014. 


Del Diario del alma, de san Juan XXIII, papa
(Il Giornale dell'anima ed altri scritti di pietà, Cinisello Balsamo 2000, pp. 853-859)

El buen pastor ofrece la vida por sus ovejas

Es interesante que la providencia me haya conducido allí donde mi vocación sacerdotal tomó los primeros impulsos, es decir, el servicio pastoral. Ahora me encuentro del todo entregado al ministerio de las almas. En verdad, siempre he pensado que para un eclesiástico la así llamada diplomacia debe estar imbuida de espíritu pastoral; de lo contrario, no sirve para nada y convierte en ridícula una misión tan santa. Ahora estoy puesto al frente de los verdaderos intereses de las almas y de la Iglesia en relación a aquello que constituye su verdadera finalidad, que es la de salvar las almas y guiarlas al cielo. Esto me basta y doy por ello gracias al Señor. Lo dije aquí en Venecia, en San Marcos, el mismo día de mi toma de posesión. No deseo ni pienso en otra cosa que en vivir y morir por las almas que me han sido confiadas. «El buen pastor ofrece la vida por sus ovejas... He venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Comienzo mi ministerio directo [como Patriarca de Venecia] a una edad -setenta y dos años- con la que otros lo terminan. Me encuentro, por tanto, en el umbral de la eternidad. Jesús mío, primer pastor y obispo de nuestras almas, pongo en tus manos y junto a tu corazón el misterio de mi vida y de mi muerte. Por una parte tiemblo al acercarse la hora extrema; pero por otra, confío y la miro con paz día tras día. Me siento en la condición de san Luis Gonzaga. Continuar mis ocupaciones esforzándome por adquirir la perfección, pero pensando más y más en la divina providencia.

Para los pocos años que me resten de vida, quiero ser un pastor santo, en el pleno sentido del término, como el beato Pío X mi antecesor, como el venerado cardenal Ferrari, como mi querido monseñor Giacomo María Tedeschi, como si todavía me quedasen muchos años de vida. «Que el Señor así me ayude». En estos días estoy leyendo a san Gregorio y a san Bernardo, ambos preocupados por la vida interior y por la pastoral que no deben sufrir merma y por el cuidado de las cosas materiales.

Mi jornada debe ser siempre plena de oración; la oración es mi respiración. Me propongo recitar cada día los quince misterios del Rosario, procurando de esta manera encomendar al Señor y a la Virgen -si me es posible en la capilla y ante el Santísimo Sacramento- las necesidades más grandes de mis hijos de Venecia y de la diócesis: clero, jóvenes seminaristas, vírgenes consagradas, autoridades públicas y pobres pecadores.

Tengo aquí dos temas dolorosos, en medio de tanto esplendor y de dignidad eclesiástica y de respeto, como cardenal y patriarca: la escasez de rentas y el gran número de pobres y de solicitaciones de puestos de trabajo y de subsidios. Por lo que respecta a las rentas tan exiguas, eso no me ha impedido mejorar en algo las condiciones materiales para mí y también para el servicio de mis sucesores. Quiero, no obstante, bendecir al Señor por esta pobreza un poco humillante y con frecuencia incómoda. Así me ofrece la oportunidad de asemejarme más a Jesús pobre y a San Francisco, seguro como estoy que no moriré de hambre. Oh bienaventurada pobreza que me asegura una bendición mucho más grande en todos mis quehaceres y sobre todo en mi ministerio pastoral.

RESPONSORIO
Jn 10, 2-4
R. El que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden su voz: * Él llama por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.
V. Y cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de, ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. * Él llama.