SEIS NUEVOS VENERABLES EN LA IGLESIA

23.03.2023

En audiencia con el cardenal Semeraro, el Papa Francisco aprobó los Decretos sobre las virtudes heroicas de cinco mujeres -tres religiosas y dos laicas- y un sacerdote salesiano, misionero en Ecuador

Tiziana Campisi - Ciudad del Vaticano

La Iglesia cuenta con seis nuevos Venerables. En la audiencia de esta mañana con el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el Papa Francisco autorizó la promulgación de los Decretos que reconocen las virtudes heroicas de un sacerdote, tres religiosas y dos laicos. Se trata de los Siervos de Dios Carlo Crespi Croci, salesiano; María Caterina Flanagan, brigidina; Leonilde de San Juan Bautista, de la Congregación de las Hermanas Misioneras de los Sagrados Corazones de Jesús y de María; María do Monte Pereira, de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón; Teresa Enríquez de Alvarado, madre de familia; María Domenica Lazzeri, fiel laica.

Una madre generosa y atenta al prójimo

Teresa Enríquez de Alvarado, que vivió en España entre los siglos XV y XVI, fue educada desde niña en la fe. Dama de compañía de Isabel de Castilla, por deseo de la familia se casó con un ministro de la soberana. Tuvo cuatro hijos, pero enviudó en 1503. La firmeza de su fe y su amor a Jesús Eucaristía la llevan a apartarse de la pompa de la corte española para dedicarse a la oración y a las actividades caritativas. Se retira a Torrijos, cerca de Toledo, donde lleva una vida austera y se dedica a los pobres. Hace de madre y educadora de niños que quedaron huérfanos a causa de la peste y el hambre, se ocupa de niñas y mujeres de la calle, atiende a los enfermos y trabaja para reavivar el culto al Santísimo Sacramento. También administró el patrimonio familiar con inteligencia y prudencia, destinándolo sobre todo a obras de caridad y a la construcción de lugares de culto, y contribuyo a la fundación de varias cofradías, un monasterio y cuatro conventos. Murió el 4 de marzo de 1529 y en los últimos tiempos su figura ha aflorado en los Congresos Eucarísticos.

La espiritualidad de Don Bosco entre los ecuatorianos

Misionero en Ecuador, el padre Carlo Crespi Croci, sacerdote salesiano, era originario de Legnano, donde nació en 1891. Tras los estudios y la ordenación sacerdotal, en 1923 partió para Cuenca, donde durante 59 años llevó a cabo iniciativas de evangelización, formación y promoción humana y cristiana. Se dio a conocer tanto por sus cualidades de evangelizador -unidas a un auténtico testimonio cristiano- como por su reputación de científico, especialmente en los campos de la botánica y la arqueología. Los pilares de su vida espiritual y misionera fueron la Eucaristía y María Auxiliadora; su modelo fue San Juan Bosco, a quien trató de imitar propagando la fe especialmente entre los jóvenes. En los últimos años de su vida se dedicó al ministerio de las confesiones, llegando a pasar hasta 17 horas diarias en el confesionario. Falleció a la edad de 90 años.

Un religioso en diálogo con los luteranos

La londinense María Caterina Flanagan era monja de la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida. Nació a finales del siglo XIX y tenía 19 años cuando se trasladó a Roma, donde Maria Elisabeth Hesselblad -proclamada santa por el Papa Francisco en 2016- había reconstituido la Orden de Santa Brígida. Tras hacer los votos, fue enviada a varias casas. En Suecia se dedicó sobre todo a las relaciones con los luteranos, forjando fructíferas amistades. En Inglaterra organizó un centro de acogida y supo adaptarse a un entorno difícil gracias a su estilo generoso y servicial. Mujer enérgica y jovial, animada por un gran fervor y siempre dispuesta a la caridad hacia los que sufren y los necesitados, en 1935 se le diagnosticó un cáncer. Murió seis años más tarde en Estocolmo entre atroces sufrimientos, pero edificando a todos con su ejemplo.

Una vida dedicada a la enseñanza y a los pobres

Leonilde de San Juan Bautista, natural de Lisignago, en la provincia italiana de Trento, era aún adolescente cuando en 1906 comenzó su noviciado en el Instituto de los Sagrados Corazones de Jesús y de María en Pola. Mujer de gran fe, buscó la unión con Dios a través de la oración, siempre deseosa de cumplir fielmente la voluntad divina. A lo largo de su vida, experimentó las dificultades del camino del Instituto y numerosos sufrimientos físicos, pero siempre confió en el Señor y soportó las pruebas con paciencia, conservando la paz interior. Es la generosidad lo que la distingue en el campo de la educación, hasta el punto de convertirse en un punto de referencia tanto para los alumnos como para sus familias, pero también los pobres y las personas en dificultades, espirituales y materiales, se benefician de su ayuda y apoyo. Durante la Segunda Guerra Mundial, también se privó de artículos de primera necesidad para donarlos a los necesitados. Murió el 12 de diciembre de 1945.

Los signos de los estigmas en una joven campesina

María Domenica Lazzeri, laica que nació y vivió en Capriana en el siglo XIX, también procedía de la provincia de Trento. La suya era una familia religiosa que le enseñó las verdades de la fe y el trabajo sencillo del molino y el campo. De niña trabajó por los pobres y los que sufrían, y mientras cuidaba enfermos junto a su madre durante una grave epidemia infecciosa, contrajo la enfermedad. Empezó a sufrir falta de apetito, tenía dificultades respiratorias, fiebre y temblores, incluso convulsiones, y entonces le diagnosticaron anorexia grave. En enero de 1835, recibió estigmas en las manos, en los pies y en el costado derecho, un mes más tarde la corona de espinas de su cabeza también se manifestó, goteando, cada viernes, sangre viva. Ella vive estos fenómenos extraordinarios como un lugar de oración y ofrenda, pero con mucho dolor y evitando la visibilidad en todos los sentidos. Vive una especial pertenencia al Señor y a su Cruz, testimoniando su amor. Su vida terrena termina el 4 de abril de 1848, a la edad de 33 años.

Entre los enfermos de Madeira

También entre los siglos XIX y XX, María do Monte Pereira, portuguesa de la isla de Madeira, eligió la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús para dedicarse a los enfermos. Desempeñó su servicio y apostolado en varias comunidades, donde fue estimada por sus hermanas y experimentó fenómenos singulares que vivió escondida y con humildad. Instada por su director espiritual, transcribe sus experiencias interiores. Mujer de gran fuerza moral, se caracteriza por una notable capacidad de autodominio que deriva de su extraordinaria intimidad con Dios, y es con la ayuda de la gracia como consigue afrontar situaciones difíciles, marcadas por su precario estado de salud. Falleció a los 66 años, el 18 de diciembre de 1963.