TIEMPO DE CONVERSIÓN (4)

12.04.2022

San AGUSTÍN

Vuélvete, Señor, y libra mi alma

Al volverse ella, ruega que también Dios se vuelva a ella, como está dicho: Volveos a mí, y me volveré a vosotros, dice el Señor ¿O por ese dicho ha de entenderse «vuélvete, Señor », esto es, «hazme volver», porque precisamente en su conversión experimentaba dificultad y fatiga? 

Efectivamente, nuestra conversión perfecta encuentra dispuesto al Señor, como dice un profeta: Cual alborada lo hallaremos dispuesto, porque el que lo perdiéramos, lo ha causado no la ausencia de él, que está presente por doquier, sino nuestro alejamiento. 

En este mundo estaba, afirma, y el mundo fue hecho mediante él, mas el mundo no le conoció. Si, pues, en este mundo estaba, mas el mundo no le conoció, nuestra inmundicia no soporta su vista. Pues bien, mientras nos convertimos, esto es, con el cambio de la vida vieja reesculpimos nuestro espíritu, experimentamos como duro y laborioso volvernos atrás hacia la serenidad y tranquilidad de la divina luz, desde la niebla de los deseos terrenos. 

Y en tal dificultad decimos: «Vuélvete, Señor, esto es, ayúdanos, para que en nosotros sea completo el retorno, que te halla dispuesto y ofrecido a tus amantes, para que disfruten de ti». 

Y por eso, después de haber dicho «vuélvete, Señor», ha añadido «y libra mi alma» pegada, digamos, a los enredos de este mundo, y que precisamente en esa conversión padece ciertas espinas de los desgarradores deseos. Afirma: Ponme a salvo por tu misericordia. Entiende que no pertenece a sus méritos el hecho de ser sanado, ya que justa condena se debía al que ha pecado y no ha hecho caso al precepto. Sáname, pues, afirma, no por mi mérito, sino por tu misericordia