Y ACUDÍAN A ÉL DE TODAS PARTES

13.01.2022

Evangelio según San Marcos 1,40-45.

Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme".
Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado".
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:
"No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.


San Pablo VI

Papa 1963-1978

Homilía del 29 de enero de 1978 - XXV Jornada mundial de los leprosos

"Jesús extendió la mano y lo tocó"

El gesto afectuoso de Jesús que se acerca a unos leprosos, los reconforta y los cura, tiene su plena y misteriosa expresión en la Pasión. En pleno suplicio y desfigurado por el sudor de sangre, por la flagelación, por la corona de espinas, por la crucifixión, abandonado por el pueblo que ha olvidado todo los bienes recibidos de él, Jesús en su Pasión se identifica con los leprosos; llega a ser su imagen y su símbolo, tal como el profeta Isaías había tenido la intuición contemplando por anticipado el misterio del Siervo del Señor: "No tenía belleza ni figura, lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros... Nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado" (Is 53,2-4). 

Pero es precisamente de las llagas del cuerpo sufriente de Jesús y de la fuerza de su resurrección que brotan la vida y la esperanza para todos los hombres golpeados por el mal y la enfermedad. La Iglesia ha sido siempre fiel en anunciar la palabra de Cristo unida al gesto concreto de misericordia solidaria para con los más pobres, los últimos. A lo largo de los siglos ha habido un crecimiento en la entrega conmovedora y extraordinaria en favor de los que viven golpeados por el peso de las enfermedades humanamente más repugnantes. La historia hace relucir el hecho de que los cristianos han sido siempre los primeros en preocuparse del problema de los leprosos. El ejemplo de Cristo ha sido seguido, ha sido fecundo en gestos de solidaridad, de entrega, de generosidad y de caridad desinteresada.