EL CAMINO DE LOS DISCÍPULOS, NUESTRO CAMINO

24.04.2023

Compartimos la homilía del Obispo Diocesano en el Tercer Domingo de Pascua:

Estamos en Pascua y vemos permanentemente en las lecturas, en la palabra de este tiempo,

los encuentros de Jesús resucitado con sus discípulos. Y también nosotros en esta Pascua queremos encontrarnos con Jesús resucitado. Y estas lecturas y la de hoy, estos discípulos de Emaús, nos ayudan a este encuentro, a esta experiencia que también nosotros queremos tener como ellos de Jesús resucitado, vivo, compañero de nosotros de camino.

Y por eso, cuando uno ve este relato de Emaús, ve el relato de nuestra propia fe, nuestro propio camino de fe, el camino de la fe es un camino, es algo que empieza y que continúa hasta el fin de nuestra vida.

Es un proceso de fe que vamos haciendo mientras vamos caminando por este mundo. Y es bueno ver ese camino de fe, no solamente para comprender y entender nuestro propio camino de fe,

sino también para poder comprender y acompañar el camino de fe de otros. Y por eso vamos a mirar a estos discípulos de Emaús en este relato del Evangelio de hoy.

Dos discípulos que van, que vuelven de Jerusalén hacia su pueblo, vuelven decepcionados,

vuelven tristes, desconcertados con esa experiencia de fracaso, habiendo perdido la fe y la esperanza que en un tiempo habían tenido, porque habían esperado algo que no se dio, habían confiado algo que no se dio. ¿Qué era este algo en el que habían puesto su esperanza? Era en Jesús, pero en un Jesús que, como ellos mismos dicen, esperábamos que él fuera liberador de Israel, liberador también político de todo lo que estaban viviendo, que poco menos que tomara las armas para sacar esa situación de esclavitud que ellos vivían en la sociedad. Habíamos puesto nuestra confianza que él nos iba a liberar de esa manera, ¿no? Y lo vimos crucificado. Y por eso volvemos realmente con el ánimo y esa idea de Jesús que ellos tenían, ¿no tendría que morir?

Y yo creo que sí, que había algo en ellos que tenía que morir, y era la idea que tenían de Jesús. Por eso cuando uno lo traslada a nuestro propio camino de fe, uno dice, me quiero encontrar con el resucitado, creo Jesús. Ahora, la que me impide muchas veces verlo y creer en él, porque a veces nos decepcionamos, a veces decimos, ya no creo más o mi fe está muy tambaleante porque yo esperaba tal cosa y no se da o no se dio. Entonces uno se tiene que preguntar a la luz de este Evangelio, ¿y qué esperabas tú? ¿En qué Jesús estabas creyendo? ¿No tendrá que, también como esos discípulos, morir algo en ti de esa idea que tú tenés de Jesús para poder llegar al Jesús verdadero? Los que creían estos discípulos de Jesús era algo irreal, no era lo que Jesús, para lo que Jesús vino y lo que Jesús se había mostrado durante toda su vida. Su plan de salvación y su proyecto, el proyecto del Padre no iba por ahí mil veces, lo dijo Jesús y no lo habían entendido.

¿En qué Jesús creemos?

¿En qué Jesús creemos? ¿Qué le pedimos a Dios? Porque a veces nos decepcionamos de Dios en nuestro camino de fe, porque tal vez le pidamos cosas que no nos tiene que dar. A veces pedimos cosas que nos corresponden a nosotros y no corresponde a Él, lo buscamos para pedirle que nos cure las enfermedades y no sé cuánto y no sé qué y depende de cosas que tenemos que aceptar en nuestra vida como propia del camino de nuestra vida. Quizá creemos en un Dios muy milagrero, mágico que todo nos tiene que dar cuando le pedimos y cuánto hace que te estoy pidiendo esto y no me lo das sin la decepción. ¿En qué Dios creemos? ¿Creemos un Dios así a nuestra disposición? ¿Cómo es el Dios de Jesús? Y a ese Dios de Jesús nos tenemos que ir acercando día a día a través que caminamos por la vida. ¿Qué cosas tienen que morir de esa idea de Dios en nuestro corazón? Para llegar al Dios verdadero, el Dios que nos vino a mostrar Jesús, al Dios que nos vino a revelar Jesús. Y así como nosotros tuvimos que hacer morir muchas cosas en su corazón para ir comprendiendo al verdadero Jesús, también nosotros en nuestro camino de fe, muchas veces tenemos que hacer lo mismo. Y purificando permanentemente nuestra idea de Jesús porque de repente le estamos exigiendo y pidiendo cosas que no corresponde pedir y que lo que busca de nosotros es mostrarnos otro camino, otra manera de estar en el mundo y no tanto alguien a quien recurrimos cuando las papas queman. Entonces, ¿en qué Dios creemos? Purificar nuestra idea de Dios también es una enseñanza de los discípulos de Emaús desde el relato de hoy y que también es parte del camino que tenemos que hacer de fe. 

Jesús ilumina nuestra vida

Y llega el momento en que ellos...al caminar con ellos, también en nuestra vida, en nuestro camino de fe, tenemos que decidirnos a dejar que Jesús camine con nosotros, cerca de nosotros. A veces lo alejamos, lo alejamos a ver si nos preocupamos o ya no le damos importancia que camine con nosotros. Bueno, hay momentos en la vida que uno dice lo voy a dejar acercarse. Cuando uno lo deja acercarse, empiezan a cambiar las cosas en nuestra vida porque empezamos a iluminar, cómo les iluminó a esta gente, el pasado. Las cosas vividas, las cosas vividas empiezan a tener una nueva luz, una nueva comprensión de aquello que no entendíamos, a la luz del Resucitado y de Jesús y de la manera como él tiene de mirar las cosas. De ahí empezamos a comprender las cosas. Él ilumina nuestro presente, nuestro pasado. Dejarlo a Jesús caminar con nosotros es empezar a descubrir cosas que hasta el momento no habíamos descubierto, a mirar la vida de otra manera, lo que nos pasó de otra manera y eso nos hace bien y nos da mucha paz. Empezar a mirar las cosas como verdaderamente hay que mirarlas mientras vamos caminando por este mundo. Dejar acercarse a Jesús para caminar con nosotros y empezar a tener una fe pascual.

El encuentro nos hace cambiar

Esta gente tuvo que cambiar. Se habían acostumbrado a estar con Jesús físicamente y caminar con él. Y entonces las cosas empezaron a cambiar y lo reconocieron. Reconocerlo es distinto de verlo. Ellos lo pueden ver y no reconocerlo. Y nosotros también. La importancia de reconocerlo es que es distinto de ver físicamente. Eso es la fe pascual que ellos tuvieron que empezar a poner en su corazón. Desde ahora en adelante nuestra relación con Jesús no va a ser física, sino que vamos a empezar a sentirlo de otra manera. En el espíritu. Y ahí este Jesús que antes lo veíamos de esta manera empieza a presentarse en nuestra vida en los acontecimientos. Empieza a presentarse en su palabra. Empezamos a descubrirlo reconociendo la fracción del pan en la Eucaristía. Este es el Jesús Pascual, la fe que ellos tuvieron que descubrir y que nosotros vivimos nuestra fe Pascual. Creemos en su presencia.

¿Camina Jesús con nosotros?

Y uno se pregunta si lo sentimos caminando con nosotros. ¿Sienten que Jesús camina con ustedes? A veces sí, a veces no. Y tal vez tengamos que hacer todo este proceso una y otra vez que hicieron estos discípulos para ir descubriendo que, aunque no lo reconozcamos, Él nunca dejó de caminar con nosotros porque es lo que nos prometió. Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos. Entonces, ¿saber que Él camina con nosotros? ¿Y cómo sabemos que Él camina con nosotros? Cuando escuchamos Su palabra y arde nuestro corazón. Cuando uno se pone a escuchar el Evangelio y empiezan a darse vueltas cosas en nuestro corazón y tenemos ganas después de lo que vamos descubriendo, comunicarlo a los demás, ahí Él está caminando con nosotros. Cuando tenemos necesidad de Él, está caminando con nosotros. Cuando necesitamos que dé ese alimento, como hoy lo estamos necesitando, por eso estamos aquí. Cuando vemos que nuestra fe se fortalece, ahí está caminando con nosotros. Cuando descubrimos cosas de golpe que a veces no esperábamos, Él está caminando con nosotros. Hay que saberlo descubrir. Entonces, hay cosas que tenemos que ir incorporando en nuestra vida para tener esa experiencia de los discípulos de Emaús, de la decepción a la vida, a la esperanza.

Empezar un camino nuevo

Empezar un camino nuevo, como Él nos invita. Empezar con Él un camino nuevo, con una mirada nueva sobre nuestra vida y sobre las cosas. Dentro de todo esto, la importancia que tiene, también nos enseña este relato de los discípulos de Emaús, la importancia que tiene la comunidad en nuestra vida. Jesús crea comunidad, la Eucaristía crea comunidad, crea comunión entre nosotros. Permanentemente Jesús resucitado dice vayan y anuncien, vayan y decirle a mis discípulos que nos vamos a encontrar, únanse, hagan esto en memoria mía. Jesús crea comunión, el Dios del cual creemos es un Dios creador de comunión, de él con nosotros y entre nosotros.

Por lo tanto, él se nos da a conocer, como reconocían la primera comunidad, como sentíamos en los relatos pasados de los Hechos de los apóstoles. La gente los miraba y se admiraba cómo se reúnen, cómo comen juntos, cómo se quieren, cómo se aman. Ahí los van a reconocer como discípulos de Jesús. También nosotros, si creemos en un Dios que hace comunión con nosotros, tenemos que ser factores de comunión en nuestra comunidad y en el mundo. Esa es nuestra tarea, crear comunión. Por eso es tan importante que la comunidad de Jesús permanentemente remita a sus discípulos a esa comunión. Porque quiere que entendamos que es importantísimo para caminar con fe por esta vida y hacer este camino de fe, la comunidad tiene que ser esencial.

No podemos vivir nuestra fe como paracaidista, como gente que vive en sí, vivo mi fe porque no creo en la locura, ni creo en la gente, todos se pelean y acá no sé cuánto y acá no me gusta la cara de alguien que está...Todas esas cosas que pasan porque somos muy humanos pero la comunidad ahí encontramos, a pesar de todo este pecado - el nuestro también-, ahí encontramos a Jesús, acá lo estamos encontrando a pesar de todo lo que somos, lo bueno y lo malo que tenemos la comunidad de donde alimentamos nuestra fe, donde encontramos los sacramentos donde hacemos experiencia de comunión. Por eso no dejemos nunca en nuestro camino de fe nuestra relación con los demás bautizados, con nuestra comunidad. No vivamos nuestra fe en solitario.

La Palabra y el examen del día, cada día

Dos recomendaciones prácticas: acostumbrémonos a leer la Palabra todos los días, aunque sea un mínimo y dejarnos interpelar por esta Palabra, que fue la que cambió la cabeza de estos discípulos, cuando Jesús empezó a hablar les cambió la mente y les hizo descubrir cosas que no habían descubierto hasta ahora. La Palabra es fundamental en nuestra vida, en nuestra vida de cristianos por lo tanto acostumbrémonos todos los días o que sea un poquitito, a leer el evangelio del día, dejarnos interpelar por esa palabra, llevarlas con nosotros durante el día y es bueno acostumbrarse a eso.

Y también, otra recomendación práctica es, al final del día, preguntémonos ¿cómo Jesús se hizo presente en mi vida hoy? y ¿qué cosas de las que he vivido lo descubrí que él estaba? ¿cómo apareció mi vida de hoy? Preguntemos todos los días porque de repente dejamos pasar cosas importantes y su presencia, después le reclamamos que nunca estuvo con nosotros pero si nosotros empezamos a detectarlo, a escuchar su voz a ver cómo su costumbre de aparecerse en nuestra propia vida de una manera determinada empezamos a descubrir que él está mucho más con nosotros de lo que pensamos así que bueno, vivamos nuestra fe pascual. Que la pascua de Jesús sea también nuestra pascua en este tiempo.