EL OBISPO EN GOÑI: QUE JOSÉ NOS AYUDE EN NUESTRO CAMINO DE FE

20.03.2023

En una tarde lluviosa la gente de la Comunidad reorganizó la fiesta dentro del templo y con gran alegría celebró la Santa Misa, presidida por Mons. Martín, acompañado por el Párroco, P. Erico y el P. Hernando. Después de una intensa sequía y de rogar por agua en la zona, en la ruta 42 y en Puntas de Maciel, la tarde lluviosa fue un regalo de Dios que alegró el corazón de todos los que se acercaron al altar.

Homilía del Obispo Diocesano en Goñi

Las lecturas de estos domingos nos ayudan a mirar nuestra fe, la fe de cada uno de nosotros,

y nos va mostrando, por lo primero, nuestra mirada sobre nuestra fe, que nuestra fe es un camino, es un camino que vamos recorriendo en la vida, y nuestra fe es un camino de maduración, es decir, la fe que ustedes tenían, que yo tenía hace veinte, treinta años,

o más no es la misma fe que tengo ahora, se supone que ha ido dando pasos, ha recorrido etapas, ha madurado, es decir, así tiene que ser nuestra fe.

Eso es lo que nos muestra la lectura en toda esta historia de el ciego, es decir, nuestra fe va pasando por distintos momentos, miramos al ciego, y lo primero que dice de Jesús este ciego, que cuando le preguntan quién es, dice, es un hombre, ese hombre llamado Jesús fue el que me curó. Sigue el relato y ya va un poco más y dice, es un profeta, cuando le vuelven a preguntar, y otro pasito más y dice, es enviado de Dios, tiene que ser un enviado de Dios, si no, no podría hacer estas cosas, y al final cuando se encuentra con Jesús le dice el Señor, es decir, reconoce a Jesús como el Hijo de Dios.

Entonces lo que se nos está mostrando esto es, así como el ciego tiene que hacer un camino

en su fe para reconocer a Jesús, también nosotros en nuestra vida, hacemos nuestro propio camino. Si nuestra fe se estanca, si seguimos con una fe infantil y no crece, nuestra fe se está quedando en pañales y nosotros tenemos que madurar nuestra fe.

¿Qué significa esto? ¿Qué es lo que muestra que la fe en el caso del ciego maduró?

Cuando realmente cree en Jesús. Nosotros podemos seguir a Jesús, conocerlo, pero llegar a creer en Jesús implica otras cosas. Creer en Jesús, primero porque es importante saber que en nosotros nuestra fe es un camino. Primero por nosotros mismos, es decir, nos tenemos que preguntar sobre nuestra propia fe. ¿Cómo es mi fe? ¿Es la misma que me dieron en la catequesis cuando era chico, hoy ha seguido creciendo, creo de la misma manera que ha cambiado? ¿Cuál es mi relación con Jesús hoy? Todo eso.

Pero también cuando acompañamos la fe de otros que viven a nuestro lado, que caminan por la vida nuestra, a veces les podemos llegar a exigir cosas o una respuesta de fe a determinadas personas cuando todavía esas personas no se encuentran con Jesús. Entonces hay que tener mucho cuidado de que así como mi fe ha ido dando pasos y creciendo, también la fe de los demás tiene esas etapas. Hay que acompañar las etapas con paciencia, como lo hace Jesús, como hizo Jesús con la samaritana. Acompañando el camino de cada uno, que a veces puede ser para unos más lentos, para otros más rápido, pero los cristianos tenemos que saber acompañar, pero acompañar el ritmo de los demás.

No apuremos muchas veces situaciones, no exijamos respuestas cuando todavía va en camino ese encuentro con Jesús de esa persona.

Llegó un momento que uno cree en Jesús. ¿Cuándo uno cree en Jesús? Cuando es el momento para este hombre en que la curación fue completa, lo había curado de los ojos. Pero después lo que buscaba Jesús era una curación mucho más integral en esa persona. Entonces, en el momento en que la persona de Jesús, para él, pone la persona de Jesús por encima del prodigio, de lo que hizo con él, de la curación, del milagro, cuando ya llegó un momento en que deja el milagro de lado y se encuentra con la persona de Jesús, que es mucho más rico, mucho más importante que la curación de sus ojos. Se encontró con alguien que empieza a tomar conciencia de que esa persona de Jesús es la que ilumina su vida en todo momento, la que le da las respuestas a sus búsquedas, la que va acompañando la vida, sus actitudes, sus decisiones.

Entonces, cuando Jesús se convierte en alguien así en nosotros es cuando vamos madurando nuestra fe. Es decir, cuando nuestra mirada hacia un hecho empieza a estar cargada de la mirada de Jesús y no de nuestra mirada humana, solamente.

O cuando uno empieza a creer en Jesús y él empieza a ser parte de nuestra vida, de nuestro corazón, empezamos a mirar ese mismo acontecimiento con la mirada de Jesús.

Y eso cambia totalmente lo que pasa ahí.

Porque ahí de repente empezamos a darnos cuenta que lo que necesita ese acontecimiento,

esa persona que está sufriendo en ese momento, no es solamente algo externo, sino que necesita de mi compañía, necesita de mis gestos de amor, de mi paciencia, de mi escucha.

Ahí empiezo a comprender una cantidad de cosas que si no hubiera estado Jesús en mi corazón, yo hubiera tenido otra mirada totalmente humana y no la mirada que él quiere que tengamos sobre las cosas y los acontecimientos.

Es decir, creer en Jesús significa que yo empiezo a mirar las cosas de otra manera, pero empiezo a tener experiencia de Jesús. No solamente es alguien que le pido cosas. A veces somos muy pedigüeños con Dios. Y cuando no nos da y le pedimos, se nos viene el mundo abajo. Y entonces muchas veces los cristianos ante esas cosas nos quedamos sin palabras

ante lo que le está pasando porque dicen, no, Jesús a mí no me escucha, no sé cuándo...

Y uno no sabe qué decir.

Pero cuando logramos que por encima de lo que pedimos, porque de alguna manera cuando pedimos él nos da por alguna vuelta, pero cuando empezamos a descubrir que el Dios en el cual creemos que es Jesús no es alguien que lo tenemos ahí a nuestra disposición para que haga lo que nosotros queramos y le pedimos y entonces nos enojamos cuando no nos da.

Cuando logramos dar ese paso y encontrarnos con Jesús y seguirlo y hacerlo parte de nuestra vida porque es mucho más que cosas puntuales que nos da, sino que nos da una mirada distinta sobre las cosas.

En nuestras decisiones, tomar decisiones de nuestra fe desde Jesús y con Jesús cambia totalmente la perspectiva de las cosas. Entonces, y eso es sentirse acompañado por el Resucitado. Entonces, que logremos dar ese paso, ese paso hacia un Jesús que no es alguien que tenemos sentado ahí para cuando lo necesitamos, sino un Jesús que camina con nosotros

porque todas nuestras actitudes, nuestra vida están impregnadas de su pensamiento, de su luz.

Ahí Él, que es el que en nuestra ceguera, que son las cosas que no vemos, las cosas que estamos a veces equivocadas, Él ilumina nuestra vida cuando nos ponemos bajo su luz y empezamos a descubrir cosas.

Cuando nuestra fe empieza a recorrer ese camino y la vivimos así, es una fe madura y no una fe, simplemente creo en Dios y le pido a Dios o no le pido, me fío de Él y cuando me va mal recurro a Él. No, es un Dios que quiere que uno camine. Y que haga pública su fe, eso es lo que hace el ciego al final, ¿vieron? La experiencia que él había vivido con ese hombre y después con ese Dios la empieza a decir, esto es lo que hizo conmigo. No sé si ustedes creen, no sé lo que les pasa a ustedes que no creen cuando ven las evidencias, pero conmigo hizo esto, a mí me transformó la vida.

Y así tiene que ser un cristiano mientras va caminando por esta vida. Es alguien que tuvo una experiencia de Jesús en su vida, de que realmente mi vida es un antes y después de haberlo conocido y entonces le digo a los demás, vale la pena encontrarse con él. Vale la pena caminar con Jesús, esa es mi experiencia, me hizo mirar las cosas desde otras perspectivas.

Y eso es lo que yo quiero transmitirte, me gustaría que tú tuvieras y que tú vivieras.

Eso es lo que le decimos a los demás.

Entonces a veces nos encontramos sin palabras ante alguien que busca a Dios simplemente para cosas puntuales. Pero cuando logramos decirle, pero tu fe tiene que ir más allá, tu fe en Dios, en Jesucristo es mucho más rico que algo que él te dé o no te dé. Es una presencia constante en tu vida que te hace vivir con una felicidad distinta en el camino de la vida.

José también vivió esa experiencia, hoy que lo estamos recordando de una manera especial

como patrono de este lugar, como acompañante en nuestra vida, también nos dice muchas cosas sobre nuestra fe y esta luz que es Jesucristo, Yo soy la luz del mundo.

Es lo que recibimos en el bautismo, se acuerdan cuando nos dan la luz a los padrinos, a nosotros cuando nos bautizamos decimos este es Jesucristo, esta es la luz que va a iluminar tu camino.

Entonces uno confiesa que Jesús es la luz de mi vida y voy a caminar con él.

Esta luz fue muy importante para José, José si ustedes recuerdan había tomado una decisión en su vida. ¿Cuál fue la decisión que tomó cuando se encontró que María, su prometida, estaba esperando? Abandonarla en el secreto. Abandonar en secreto porque dijo esto es lo que María necesita que yo haga un paso atrás, para no exponerla porque era un hombre justo, dice el Evangelio. Un hombre justo era un hombre que busca permanentemente la voluntad de Dios en su vida. Entonces este hombre tenía una decisión tomada. ¿Y cuál es la grandeza de José que es capaz de dejarse iluminar por la luz de Dios?

En esa decisión tomada que para él era la mejor. Pero Dios lo frenó y le dijo yo tengo otra opinión, yo tengo otra decisión, te pido que tomes otra decisión. Dios ilumina el corazón de José y esa decisión que había tomado será cambiada. Y le dice recibí a María en tu casa porque lo que está esperando es obra de Dios. Y eso es lo que hizo José.

Entonces yo creo que un gran ejemplo, en mi vida por lo menos, de este José es esa capacidad de que cambiemos nuestras decisiones. Muchas veces las tomamos en nuestra vida a lo loco, medio así sin pensar y pensamos que es lo mejor. Cuando dejamos iluminar esa decisión por la luz del Señores y bueno a ver, aunque no me guste, de repente lo que me va a hacer decir. Y de repente él nos muestra estos caminos distintos a los que yo pensaba tomar. Ese es el riesgo de servir a Jesús. Jesús nos saca de nuestras comodidades, Jesús nos saca de nuestras habilidades.

Ese es el riesgo.

Este hombre, el ciego, empezó a jugarse por Jesús y ¿qué le pasó?

Lo echaron de la sinagoga, le dijeron no venga más acá. Y a veces cuando nos empezamos a jugar por Jesús, a escucharlo un poco más en nuestra vida, como él, la vida se nos complica, a veces se ríen de nosotros, a veces nos persiguen, a veces nos matan. Así ha pasado toda la vida con los cristianos. Porque nos empezamos a jugar por algo que creemos que es verdadero y que vale la pena. Pero corremos riesgo. Seguir a Jesús es riesgoso. A veces es peligroso. Entonces tenemos que decir yo quiero afrontar eso señor. Lo mejor que me pueda haber pasado en mi vida es haberte conocido.Entonces las cosas que vengan las voy a aguantar.

Entonces creer en Jesús, dejar que esas decisiones que uno toma sean iluminadas por la luz de Él como lo hizo José. Y ser capaz, con valentía, de decir bueno voy a cambiar esta decisión tomada porque descubrí que lo que Dios me pide va por otro lado. Creo que esa es una gran grandeza de José.

Y otra, ya termino, y otra es el lugar que ocupa José en toda esta historia. Y no porque el Evangelio lo haya puesto dos o tres veces o al principio. Después, ¿qué pasó con José?

Parece como perdido. No fue importante. Fue fundamental porque José entraba dentro del plan de Dios. Tú formas parte del proyecto que yo tengo para la humanidad José, le dijo Dios.

Yo quiero que tú hagas esto. Entonces, ¿qué nos enseña eso a nosotros?

Lo importante en toda esta historia es Jesucristo.

Que Jesucristo esté en el centro de nuestras vidas, nuestras relaciones.

Nosotros estamos al margen. Cumpliendo aquello que hemos descubierto que tenemos que hacer en la Iglesia, en el mundo. Pero desde ahí, desde el silencio. Desde muchas veces pasar desapercibidos. A veces no queremos pasar desapercibidos y ocupamos y sacamos el lugar a Jesús del centro. Lo desalojamos y nos ponemos en el centro como los más importantes o buscamos: Acá yo tengo que ser el más importante en toda esta historia y nos ponemos en el centro. Cuando el centro es otro. Nosotros tenemos que, dentro del plan del Señor, todos ocupamos un lugar. Todos algo tenemos que aportar.

Aunque no nos demos cuenta con nuestros gestos, nuestras acciones, las cosas que hacemos.

Estamos colaborando con ese plan de Dios. Y muchas veces pasamos el silencio y la vida desapercibidos, pero construyendo el reino. Esa es nuestra tarea.

Y yo creo que, mirando a José, que aparentemente pasó desapercibido fue fundamental en el camino que Dios tenía para nosotros.

Y por eso le damos gracias, le pedimos que nos ayude para que nuestro camino de fe vaya creciendo. Pero crecer quiere decir descubrir.

¿Qué lugar ocupo yo en esta historia, en este plan de Dios para ocupar el lugar que Él me pide?

Aunque muchas veces el único que se dé cuenta que lo estoy cumpliendo sea Él.

Pidamos esa humildad, ese silencio de José en nuestra vida, pero también esa valentía para dejarnos iluminar siempre por una luz nueva que es Jesucristo y poder servirlo, seguirlo y caminar hacia ese encuentro con Dios hacia donde todos vamos.

Que a todos lleguemos a esta Pascua renovada, con una fe más madura, con una entrega mucho más cierta de lo que tenemos que hacer en esta vida.