EUTANASIA Y PREJUICIOS

Por Miguel Pastorino
En las últimas semanas leí las columnas de Álvaro Ahunchain y de Silvia Lecueder sobre la eutanasia, donde se debaten acerca del tema. En su última columna ("Eutanasia y Lógica"), Lecueder me menciona al pasar ubicándome en un grupo de católicos que "están peleados con la lógica" y que "invierten 180 grados el sentido del proyecto que es a favor de la libre decisión del paciente sobre su vida y lo convierten en una víctima y al médico que lo comprende y ayuda, en un asesino que deberá ir preso".
Además de simplificar la cuestión entre defender la libertad o una concepción "metafísica" de la vida, me atribuye junto a otros, argumentos que no sostengo. Es extendida la tendencia a que no importen los argumentos, sino de dónde vienen, para descalificarlos, atribuyendo falazmente supuestos, intenciones y posturas que no necesariamente se tienen, para desacreditarlas fácilmente.
Aclaro por si acaso: No se puede juzgar el deseo de morir, ni la libertad para elegir adelantar la muerte. No es esta mi discusión. Tampoco se impone una moral particular por advertir riesgos sociales y falta de garantías en un proyecto de Ley.
En su columna advierte de posturas metafísicas, y la verdad es que las hay siempre, muchas e inconfesadas, como una concepción de la libertad absoluta que desconoce los condicionamientos biológicos, sociales, históricos, culturales, etc. Así como hay quienes tienen una concepción metafísica de la vida, de la dignidad humana, de la naturaleza o del lenguaje, hay quienes también la tienen de la libertad y la piensan de modo abstracto e ideal, olvidando que los que más sufren siempre serán los menos libres hasta que no se alivie debidamente su sufrimiento. Entonces después podremos discutir si alguien que quiere acabar con su vida deberíamos provocarle la muerte o no a su pedido. No es tan simple como decir que se trata de una decisión personal.
He estudiado e investigado el tema durante cinco años, por preocupación social e interés académico y soy consciente que la discusión filosófica en bioética es compleja. En esta ocasión me interesa ir al texto del proyecto que se acaba de aprobar en Comisión de Diputados, que contrariamente a lo que se dice, no asegura ni la libertad ni da garantías de protección a los pacientes. Reitero lo que ya he dicho varias veces sobre el articulado:
El artículo 2 no incluye a personas solo con enfermedad terminal, sino a quien "padezca una o más patologías o condiciones de salud crónicas, incurables e irreversibles que menoscaben gravemente su calidad de vida, causándole sufrimientos que le resulten insoportables". Esto incluye personas con enfermedades crónicas y personas con discapacidad. Además, que estén "psíquicamente aptas" quiere decir que puede tomar decisiones, no que no estén pasando por una depresión o que no se sientan una carga para su familia por su situación económica o de dependencia, o por falta de buenos cuidados. En el proyecto no hay psiquiatra, ni psicólogo, ni asistente social.
La comisión que evalúa la eutanasia es después de fallecida la persona. Esto ha sido ampliamente criticado. Lo lógico sería un comité de garantías previas. Pues no lo incluyeron.
Los Cuidados Paliativos no son una alternativa a la eutanasia, sino un derecho que debe ser asegurado con o sin eutanasia. Sin embargo, el proyecto no exige que el paciente pase por Cuidados Paliativos antes, solo se le informará "de la existencia de los Cuidados Paliativos disponibles" (art. 4), lo cual es también muy injusto para llamarle "Libre decisión" a quien no tiene la posibilidad de elegir entre el alivio o la muerte.
No pienso que si alguien es aliviado no pedirá la eutanasia en todas las situaciones. Hay casos de personas que, aun siendo aliviadas con cuidados paliativos, igualmente piden morir porque no quieren vivir en esa situación, aunque son poco frecuentes y excepcionales. Y aunque es respetable y nadie puede juzgar ese deseo, la pregunta es si por casos excepcionales vamos a convertir la ayuda al suicidio de enfermos crónicos con mala atención en una prestación de salud, con la retórica que es la promoción de la libertad individual. No es un tema religioso, sino de derechos humanos, de cómo se concibe el respeto por la dignidad de un ser humano, o si se clasifica a personas en eliminables por compasión o se les previene el suicidio. No es fácil este debate, pero hay demasiados prejuicios que no han permitido escuchar con atención los argumentos que critican el proyecto para que, aunque sea, se lo mejore atendiendo a perspectivas que sumen al debate. El clima que parece haber con el tema es "que salga de una vez", como si fuera un evidente progreso social, ridiculizando y simplificando las críticas, ya que poco parece importar el riesgo en el que coloca a los pacientes más vulnerables. No se trata de negar la libertad, sino de que esa libertad sea auténtica, protegida y no empujada por el abandono. A eso apunta nuestra crítica.
Se usa falazmente el argumento de que estar en contra de la eutanasia es querer imponer una visión moral particular a toda la sociedad. ¿Y no es lo contrario también lo mismo? ¿No es imponer por ley que la vida humana vale menos si tiene una enfermedad incurable e irreversible o una condición de salud incurable e irreversible? Se dice: "Si hay eutanasia legal, no se le va a imponer a nadie, cada uno podrá elegir". Pero eso no es cierto, porque habrá personas cuyo derecho a la vida pasará a ser relativo y desprotegido si cumplen con determinadas condiciones que los colocan en la categoría de eutanasiable. No le obligarán, obviamente, será "a su pedido", pero lo habrán puesto socialmente en ese lugar: una vida a la que la sociedad no le reconoce su dignidad inherente. Aunque no sea la intención, el efecto simbólico y normativo será que ciertas vidas quedan socialmente clasificadas como sin dignidad.
https://www.elpais.com.uy/opinion/ecos/eutanasia-y-prejuicios-23-7