LA EXPERIENCIA DE DIOS NOS TRANSFORMA COMO PERSONAS Y COMO IGLESIA

05.03.2023

Compartimos la Homilía del Obispo Diocesano en el segundo Domingo de Cuaresma.

Todos nosotros en nuestra propia historia tenemos algún acontecimiento, fuerte e importante que nos ha marcado la vida y después de eso que nos pasó, de eso que vivimos y que de alguna manera va iluminando otros momentos futuros de nuestra vida -sobre todo momentos difíciles- son iluminados por esa experiencia pasada que vivimos y que nos hace mirar el hoy de una manera distinta con esperanza. Gracias a que no dejamos en el olvido aquello que hemos vivido en el pasado.

Una experiencia similar tuvieron los apóstoles en este Evangelio de la Transfiguración donde Jesús los lleva al monte. A Pedro, a Santiago y a Juan, los lleva para tener esta experiencia, la experiencia que los va a iluminar y los va a llenar de esperanza del futuro, cuando ellos vivan momentos difíciles, momentos de persecución y que recuerden esta experiencia de la gloria de Dios. Es como si Él, de alguna manera, le hubiera dado en un instante el fin del cuento, hacia dónde vamos, esa gloria de Dios.

Jesús confirma su camino, un camino que los apóstoles no aceptaban, por eso les costaba tanto y Jesús los lleva para que tengan esa experiencia, para que miren ese acontecimiento de la cruz que él va a vivir de una manera distinta. Pero no podían aceptarlo.

Si recorremos el Evangelio antes del texto de hoy, vemos que los discípulos reaccionan cuando Jesús les habla de la cruz y el camino de la pasión que tenía que recorrer y Jesús les hace vivir esta experiencia. Para los apóstoles es fundamental en su vida. Cuando en la Pascua Jesús resucita, ellos miran con propiedad este acontecimiento que los va a acompañar en momentos posteriores de persecución y de cruz.

Nosotros vivimos también este tiempo de Cuaresma donde Jesús, de alguna manera, nos lleva a cada uno de nosotros para vivir una experiencia de Dios. El camino de Cuaresma es un camino de experiencia de Dios, un camino de transformación. Jesús nos lleva a recorrer este camino porque quiere que nosotros volvamos a gustar las cosas de Dios, nos lleva a recorrer este camino de comunión con Dios porque Él necesita que nosotros le demos sentido a nuestra misión, a las cosas que hacemos como cristianos en el mundo, que no perdamos el sentido de por qué lo hacemos y entonces Él busca que nosotros tengamos también como sus apóstoles una experiencia que nos marque, una experiencia que en los momentos a veces de desazón, recurramos a estas experiencias, las experiencias de comunión con Dios que Él quiere que tengamos también en esta Cuaresma. Por eso la hemos empezado a recorrer.

El Papa Francisco en su carta de invitación a la Cuaresma nos va marcando algunas pautas para esta transformación, para que llegue a un buen fin este camino que estamos recorriendo. Nos habla también en la carta apostólica sobre la alegría del Evangelio, nos va marcando por dónde va esta transformación, transformación personal, vamos haciendo nuestro y también transformación eclesial. Como Iglesia tenemos que cambiar, tenemos que mirar hacia adelante, nos tenemos que preguntar cómo estamos evangelizando, lo que estamos haciendo y en esa carta, en la alegría del Evangelio, el Papa nos dice la iglesia tiene que pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral misionera y la iglesia tiene que plantearse esto siempre y tiene que preguntarse, bueno, a veces nos acomodamos a como veníamos haciendo las cosas y no revisamos si las podemos hacer mejor y de repente estamos dejando de ser eso que tiene que ser la iglesia que es misionera, por eso él insiste tanto en todo esto de salir a las periferias. Si, tenemos que salir a las periferias, la Iglesia tiene que salir a las periferias, esto no quiere decir solamente geográfico, llegar a aquellas partes que no han llegado en cuanto a territorio, también eso pero sobre todo es llegar a aquellas situaciones que hasta ahora las hemos dejado relegadas, ahí donde están los más desamparados, los más olvidados, que pueden ser aquellos de nuestra propia familia. 

De repente tenemos cerquita a quien no hemos escuchado lo suficiente en nuestra vida y bueno esa es nuestra periferia de hoy, aquello que hemos relegado y que tenemos que empezar a mirar.

La iglesia tiene que ser misionera, tenemos que dejar de decir "bueno, con lo que tenemos alcanza". La iglesia tiene que proponer permanentemente y entonces para eso tenemos, decía el Papa, que sacarnos a veces esquemas que tenemos muy pegados en nuestra cabeza y actitudes que puede ser, "esto siempre se hizo así", y entonces como se hizo así lo tenemos que seguir haciendo en eterno, en lugar de decir bueno esto se hizo así en un tiempo porque sirvió hacerlo en un tiempo, pero hoy no está siendo evangelizador de esta manera como lo estamos moviendo, entonces tenemos que revisar estas cosas.

El Papa lo dice, desterremos eso que está tan metido, "siempre se hizo así", no podemos hacerlo de otra manera porque sirvió, sirvió ayer, pero tal vez hoy ya no sirva, ni digan lo mismo que decían ayer.

Tenemos que desterrar de nosotros esa idea de que en nuestra iglesia hay un grupo de gente que hace las cosas y los demás recibimos lo que los demás hacen. La invitación es a decir bueno, tú como laico, como sacerdote, tenés una responsabilidad en la iglesia y tenés que asumirla, y tú tenés para dar y todos tenemos algo para dar de distintas maneras.

Tenemos que replantearnos de que todos en la iglesia somos importantes y tenemos nuestra responsabilidad misionera, no tenemos que esperar que los demás hagan las cosas y nosotros decir sí, sino que también nosotros con nuestra vida no solamente adentro de la iglesia sino hacia afuera, permanentemente.

El cristiano tiene que decir "yo soy un evangelio caminante, tengo que ser evangelizador, ahí donde me muevo, cuando salga ahora de acá, también lo que yo hago es evangelio". O no, va en la línea de lo que me pide Jesús o no, desterrar esas cosas, esas actitudes, esas cosas que se nos han pegado en el camino para hacer, para que esta transformación en la iglesia, insiste mucho el Papa, en todo este tiempo estamos viviendo del Sínodo, también en este camino de nuestra responsabilidad como personas.

Y también revisar las estructuras como dice el Papa Francisco, revisemos y las estructuras que tenemos en este momento en nuestras comunidades ¿sirven para anunciar el Evangelio, o están caducas y hay que transformarlas? Pero no tengamos miedo, no tengan miedo, permanentemente dice Jesús, porque muchas veces el cambio, la transformación en nosotros viene acompañada de ese temor "qué va a pasar", no tengan miedo, estoy con ustedes, el Espíritu camina con ustedes.

Entonces transformación personal en este tiempo, pero transformación también eclesial, y en este mensaje que nos deja de Cuaresma, el Papa Francisco, nos propone también dos caminos para vivir este tiempo y para caminar por esta transformación. Dice, el primer camino es la escucha, la escucha a Jesús. No lo dice el Papa Francisco solamente, ya lo dijo en este Evangelio el Padre, "este es mi Hijo muy amado, en quien he puesto mi predilección, mi complacencia, escúchenlo". Es un pedido del Padre, escuchen a Jesús, y entonces la primera cosa que nos recuerda el Papa Francisco es escuchen a Jesús. Y ¿cómo lo escuchamos?, ¿a través de qué lo escuchamos? A través de su Palabra, la Palabra que escuchamos cuando venimos a la Eucaristía, la Palabra que escuchamos cuando leemos las lecturas bíblicas en nuestras casas, en nuestros grupos.

Escuchar a Jesús, ¿qué nos está diciendo hoy, a través de esta Palabra hoy? ¿cómo ilumina? Y escuchar no es solamente que lo que dijo nos entra por un oído y nos sale por el otro, sino escuchar viene de la mano de poner en práctica.

El otro punto que nos indica el Papa Francisco es no refugiarse en una espiritualidad hecha de acontecimientos extraordinarios, por miedo a tener que enfrentar los problemas de hoy, problemas y las incertidumbres que muchas veces tenemos en el camino. No vivan su fe, no vivan su religiosidad de hechos extraordinarios. Las meditaciones, los retiros, todo eso está perfecto, pero no son un fin en sí mismo, es un camino para que nosotros, enfrentados después a la vida cotidiana, a la cruz que tenemos que asumir, que viene como consecuencia de vivir el Evangelio, la cruz y la pasión que también tenemos que compartir con Jesús en esos momentos difíciles, todo aquello haya sido un alimento que nos ayude en el camino.

No hagamos de nuestra vida, no nos refugiemos en una religiosidad en la que solamente haya acontecimientos extraordinarios. Hay una aparición y corremos, todo parado, es importante esto, porque la Iglesia tiene que transformarse y no olvidarse de su misión, y la misión pasa por asumir la cruz y por asumir la escucha de los hermanos, no solamente la escucha de Jesús en su Palabra, dice el Papa. Tenemos que escuchar a Jesús que nos habla a través de nuestros hermanos y hermanas, sobre todo aquellos que están más alejados de los demás, que van quedando marginados en el camino. A esos tenemos que escuchar, y escucharnos entre nosotros, como estamos haciendo en este Sínodo, escucharnos entre nosotros como Iglesia, que pensamos de las cosas, este camino que estamos haciendo de escucharnos unos a otros, a través de eso habla Jesús, y Jesús nos quiere hablar a través de esas cosas, y cuando Él habla y lo dejamos entrar en nuestro corazón, nos transforma a nosotros y a la iglesia.

Es el camino que tenemos que recorrer. Así que le pidámosle a Jesús que nos ayude a esta renovación, no solamente personal, sino también como Iglesia para ser fieles a la vocación que hemos recibido.